sábado, 15 de septiembre de 2012

XII certamen artes plásticas

Inaugurada la exposición de los trabajos presentados para el XII certamen de artes plásticas de la diputación de Orense.
“Prisioneros” 2012
Bordado sobre tela en marcos estilo victoriano
Dimensiones variables (aprox 240x110 cms)
 

#012309; Dibujo-Bordado-Tiempo= Fragmentos



El tiempo del dibujo es el tiempo de la disolución de la huella y la estela de su permanencia” [1]
Este énfasis en el tiempo del dibujo, está muy relacionado con aquellas manifestaciones feministas de los años 80 y de la conveniencia de que las mujeres siguieran cosiendo. De un modo u otro, todas aquellas artistas realizaron técnicas que implican actos repetitivos en la ejecución, que incrementaban el “tiempo” de las acciones de las mujeres en la narración de la historia. Sin embargo, independientemente de estos discursos, “estas prácticas laboriosas y delicadas insisten en la cotidianidad como fuente de opresión pero también como fuente de extrañeza”[2] y una vez superadas, nos encontramos con un procedimiento que abre y explora nuevas posibilidades creativas.
En este caso las sombras son “dibujadas” mediante una trama de líneas superpuestas que configuran cada uno de los retratos. Sobre una tela base, se realiza el bordado (o tamizado) de las sombras de la imagen obteniendo los rostros por oposición binaria de colores y texturas.



#1301; Apuntes en torno a la memoria

Etimológicamente el término monumento hace referencia a aquel objeto, normalmente una escultura, puesta en “memoria” de una acción heroica u otra cosa similar que puede tener un valor histórico, artístico o documental. En cualquier caso, el monumento como tal, es entendido y empleado como una representación de poder.

La historia nos ha demostrado la estrecha relación entre el mundo del arte y el mundo de la política (religiosa o gobernante) a través de la ostentación y monumentalidad de sus construcciones como símbolos de recuerdo y  poder. Sin embargo, una nueva situación enmarcada por Walter Benjamin, Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse nos anuncian una sociedad “politizada” en la que surge el artista comprometido socialmente: surge el arte activista, el activismo político, el arte público, la performance, la instalación, la tergiversación... y como apunta Nina Felshin, nos encontramos en un espacio con un pie en el mundo del arte y otro en el mundo de la política. Un espacio que surge en los 70 con el lema “lo personal es político” y todavía hoy está presente desde el lado de los que llaman los otros o las minorías.

La serie prisioneros es un homenaje a los que nunca se recuerdan, a los otros, a los que se han encontrado al margen de las leyes y en contra de las normas.
                                                


 “Para algunos, arte abstracto es aquel que no se entiende y ornamental aquel que no tiene sentido” J.L. Moraza, 1993
Moraza reflexiona en este libro (Ornamento y ley) sobre las relaciones entre ambos conceptos y afirma que los límites legales se cubren de ornamento. Si “adornamos”, “ornamentamos” los exteriores, nos podemos adentrar en el interior sin ser percibidos. Esta “frontera legal” no es una línea, sino las “finas hebras de un pañuelo de encaje”. Es una especie de simulacro: la potencia del ornamento barroco (…) se ofrece como “representaciones de una promesa de felicidad”.
“La epidemia ornamental es reconocida por el Estado y subvencionada con fondos estatales [pues] a fin de cuentas, todo Estado parte del supuesto de que un pueblo en condiciones de inferioridad resulta más fácil de gobernar”. Adolf Loos, 1908
Esta misma desconfianza hacia lo ornamental es compartido por Gombrich: “El mundo vive siempre engañado por el ornamento”, dice y sin embargo defiende  la decoración como una cuestión de gusto: “donde la decoración es considerada como una forma de celebración sólo cabe elevar objeción contra ella cuando es inadecuada”.
La profusa ornamentación barroca se relaciona con funciones que testimonian un conflicto de identidad social, económica, política y cultural en la que las fronteras han quedado difuminadas. La crisis de la postmodernidad debe entenderse con esta lógica ornamental y legal. El artista no es inocente, sino que juega y participa de todos los conflictos dentro de un sistema, por lo que el autor propone una mezcla de humor y de cordura para sobreponerse a su drama y a su programa.



[2] Mar Villaespesa: “Chelo Matesanz. Sauvage pour Homme” [Catálogo] San telmo Museoa Donostia, 1995

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